jueves, 5 de abril de 2012
El arte del sacrificio
Rudolf Spielmann nació el 5 de Mayo de 1883, en Viena (Austria). Falleció el 22 de Agosto de 1942, en Estocolmo (Suecia).
El padre de Spielmann era judío, motivo por el cual su familia se vio obligada a desplazarse a Viena, ciudad donde en ese momento no existía el antisemitismo que se estaba extendiendo como un reguero de pólvora por toda Europa. Este es el motivo por el que Rudolf y sus 5 hermanos nacieron en Viena, ciudad que resultó fundamental para el desarrollo ajedrecístico de nuestro protagonista.
Spielmann aprendió a jugar al ajedrez siendo sólo un niño, enseñado por su padre. Pronto demostró un gran talento en el tablero y fue exhibido como niño prodigio; también su hermano Leopold lo era, pero destacando en la música, aunque quedó eclipsado por por el talento de Rudolf. Que aprendiese a jugar de niño explica su conocimiento natural del juego (como le ocurrió a otro niño prodigio: Capablanca), en posiciones complicadas Spielmann se movía como pez en el agua, como imbuido por un sexto sentido, mientras sus rivales perdían la cabeza y terminaban cediendo ante el empuje del austriaco.
Viena fue una ciudad ideal para poder progresar en su juego, en esta bella ciudad abundaban los cafés donde los aficionados podían reunirse para jugar, con un excelente ambiente ajedrecístico que databa de varias décadas atrás. Además, esto le sirvió para poder ganar algún dinero, ya que en varios de estos sitios se apostaban fuertes sumas de dinero en las partidas.
Rudolf decidió dedicarse al ajedrez profesionalmente a pesar de contar con estudios universitarios, su amor por este juego era demasiado grande y no pudo resistir la tentación de convertirlo en su forma de ganarse la vida. A lo largo de su carrera disputó más de 120 torneos y 50 matches individuales, lo que suponen unas 1800 partidas (aunque muchas de ellas no han llegado a nuestros días...
Sus primeras apariciones en los torneos de Europa fueron desiguales, Spielmann alternaba actuaciones espléndidas con resultados mediocres, esta seña de identidad le acompañaría a lo largo de toda su carrera. Su gran irregularidad hacía que perdiese torneos que tenía encarrilados, estropeando su actuación en las últimas rondas; o el caso contrario, torneos donde ya no contaba en la tabla los finalizaba con espectaculares remontadas.
Fue considerado el último jugador romántico, con él se cerró una época donde los jugadores sólo se preocupaban de producir partidas espectaculares y donde el resultado de las mismas era algo que carecía de importancia. Tras Spielmann aparecieron más jugadores de ataque, pero eran "rebeldes" que se salían del estilo posicional de su época y que no pueden ser encuadrados dentro de la época romántica.
Según el propio Spielmann, su estilo se vio influenciado por las partidas de Chigorin y Anderssen, dos de los grandes jugadores de la época romántica. No es de extrañar que su filosofía en los torneos fuese buscar la armonía y la belleza en sus partidas, de hecho opinaba que sólo pasarían a la historia las partidas con sacrificio de piezas. No le faltaba razón al maestro austriaco, el placer que experimenta cualquier aficionado ante una partida llena de combinaciones no es comparable al que se puede tener ante una partida 'tranquila'. Incluso la mayoría de GM reconocen que en sus comienzos estudiaron las partidas de la época romántica para así progresar en su juego.
Spielmann conocía perfectamente sus límites como jugador. Llegó a declarar que pensaba que podía manejar el arte de la combinación tan bien como el campeón del mundo Alekhine, pero que no contaba con su técnica para conducir las posiciones críticas. Richard Reti le define como un jugador nervioso, de temperamento impresionable, lo que trajo aparejado que sus resultados fuesen muy desiguales. Pero Reti también comentó de él que era el último poeta de las partidas de gambito, que aportó a sus partidas el necesario don: no solamente gran imaginación y talento para las combinaciones, sino también infinidad de recursos en las situaciones complicadas, en las que se sentía en su elemento.
Su carrera se vio muy afectada por las dos guerras mundiales, en la primera llegó a combatir bajo bandera austriaca, y en la segunda fue perseguido por los nazis por ser judío. Tuvo que huir de Viena a Praga y más tarde a Holanda donde ganó algo de dinero dando simultaneas. Su éxodo terminó en Estocolmo, ciudad donde fallecería en 1942. Fue una época de grandes calamidades para Spielmann ya que no tenía forma alguna de ganarse la vida y tuvo que pedir ayuda a sus amigos para poder subsistir.
Para poner de manifiesto la calidad de su juego baste recordar sus primeros puestos en los torneos de Baden 1914, Göteborg y Estocolmo 1919, Teplitz-Schoenau 1922, Semmering 1926 y Congreso de la Federación alemana 1927. En varios de estos torneos logró superar a las mejores figuras de la época: Alekhine, Rubinstein, Nimzowitsch, Reti, Bogoljubow, etc...y su victoria más brillante en Semmering 1926. Como algún jugador destacado de su época, jamás pudo aspirar al campeonato del mundo, las duras condiciones que exigían los campeones se encontraban muy lejos de su poder adquisitivo, normas muy injustas que nos privaron de ver en acción a fenomenales jugadores (Reti, Nimzowitsch, Tartakower, Rubinstein, etc).
Donde brilló especialmente fue en los matches individuales, algo extraño al tratarse de un jugador de ataque, históricamente este tipo ajedrecistas han tenido grandes dificultades en encuentros largos. Dejó en la cuneta a jugadores de la talla de Nimzowitsch, Euwe, Bogoljubow, Tartakower, Mieses o Reti.
Spielmann trató de volver a poner de moda los gambitos, aperturas muy utilizadas durante la época romántica. Su juego, lleno de destellos, destacaba entre el oscurantismo de los fríos dogmas de Tarrasch y sus múltiples seguidores, el juego posicional se estaba imponiendo, pero aun existían rebeldes capaces de no dejarse llevar por las tendencias de su época. Como gran apasionado de las partidas de ataque hizo una exhaustiva clasificación de todos los tipos de sacrificio en su libro "El arte del sacrificio en ajedrez".
Para Spielmann, los sacrificios verdaderos son aquellos donde no se obtiene ventaja material en las 4 ó 5 jugadas siguientes, sino aquellos que debilitan la posición del rival. Spielmann daba 4 claves para realizar un sacrificio: hay que fiarse de la intuición, de la experiencia, del análisis de la posición y del valor. A pesar de que el sacrificio da ventaja material al rival, éste se ve obligado a realizar movimientos que se salen de su plan y que por tanto son movimientos inconvenientes, lo que conduce a que su posición se vuelve desordenada.
Como es costumbre una obra de arte plasmada en el tablero.
Spielmann - Flamberg, Mannheim 1914